Colisiones, alcances, atropellos, despistes… No son pocas las veces en que al ir circulando por la carretera bien presenciamos o descubrimos un accidente de tráfico de mayor o menor entidad.

Ahora bien, ¿qué podemos hacer? Lógicamente, sin quererlo, hemos presenciado o descubierto un hecho grave y potencialmente peligroso, tanto para los implicados como para los demás presentes, al menos en sus últimas consecuencias.

El art. 195.1º CP tipifica el delito de omisión de socorro y su dicción no podría ser más clara: “el que no socorriere a una persona que se halle desamparada y en peligro manifiesto y grave, cuando pudiere hacerlo sin riesgo propio ni de terceros, será castigado con la pena de multa de tres a doce meses”. Claramente, se configura como un delito de omisión puro  en el que lo injusto consiste en una acción negativa tal y como resulta la de “no socorrer a alguien”.

La situación de los accidentes de tráfico es una de las más habituales en las que se puede producir este delito puesto que los implicados en el mismo, frecuentemente, se encuentran desamparados y en peligro manifiesto y grave, pues, una colisión en una autovía a 120 km/h no puede más que dejar a cualquiera en una situación clara e inequívoca de necesidad de auxilio.

A lo largo de los últimos años hemos visto campañas de la DGT en las que de forma tremendamente explícita se reproducían accidentes. Tengo que reconocer que muchas de esas campañas me han dejado impresionado por la crudeza de las imágenes; unas imágenes que, sin embargo, he de reconocer como ciertas e indiscutibles. A día de hoy, cada vez que me monto en una moto recuerdo la campaña de la DGT para conseguir que la gente se pusiese el casco…

Para no incurrir en el delito y, siendo sincero, para comportarse como una persona decente, lo correcto es parar en el arcén sin poner en peligro el tráfico e intentar prestar la ayuda posible. Ciertamente, en numerosas ocasiones, por desgracia, no hay mucho que hacer por haberse resuelto el accidente de forma trágica. En otras ocasiones, sin embargo, de lo que hagamos dependerá el futuro de las personas implicadas.

En primer lugar, y aunque el primer impulso sea mover a los accidentados, lo importante es no moverlos, en la medida de lo posible. Por mucho que queramos ayudar, hay que evitar causar más mal que bien. En consecuencia, lo más importante es poner en conocimiento de las autoridades el accidente producido: el 112 está para ayudar en caso de necesidad.

Una vez personados los servicios de asistencia y la Guardia Civil ellos se hacen cargo mientras tanto el servicio de asistencia del 112 van indicando qué hacer en la medida de lo posible. Es importante intentar mantener los nervios bajo control y hacer caso a sus instrucciones pues no por mucho decir que están muy mal los accidentados conseguiremos algo. Hay que colaborar con quien puede prestar ayuda en la medida de nuestras capacidades.

Lo más habitual será que la Guardia Civil quiera tomarnos declaración sobre los hechos: cómo ha sido, cómo ha ocurrido, quién esto y quién lo otro… Cualquier información que pueda facilitarse puede resultar de ayuda y hacer más fácil la investigación del accidente y del más que probable procedimiento que después vendrá.